miércoles, 17 de febrero de 2010

Diego Recoba - Lo dicho

¿Por qué hay tan pocas editoriales independientes en nuestro país? Para las que surgen, luego de un tiempo de ilusión y micro objetivos cumplidos, forzosamente se van abriendo dos caminos: el primero es integrarse de lleno al sistema del cual era independiente (aunque es muy difícil, y quizás erróneo, permanecer indiferente a él, si lo consideramos según la noción de Antonio Cándido, luego recogida por Ángel Rama, de sistema literario como un trípode intercomunicado entre obra, escritor y lector), la otra opción es desaparecer.
En primer lugar una editorial independiente debe entender que su lugar en el mundo no es competir con las editoriales comerciales, porque las dos, con las mismas cartas, juegan diferentes juegos. Sin llegar a basar su misión en el opuesto de una editorial comercial, las editoriales independientes deben realizar su tarea en los múltiples terrenos en que las editoriales comerciales (cada vez más) no intervienen, ya sea por elección o por torpeza cultural.
Uno de los puntos capitales de estas carencias es la relacionada a la literatura latinoamericana. Lo que llega al lector es una mínima parte de lo que realmente se produce, y esa mínima parte muchas veces (salvo excepciones en que grandes escritores saben conjugar mercado y creación literaria) es de lo peorcito que se escribe en nuestro continente. Internet, herramienta que no debe obviar ninguna editorial independiente, nos permite estar más en contacto con lo que se está generando por fuera de esos circuitos de legitimación, y más que nunca nos brinda la posibilidad de un trato directo entre escritores, editores y público. Sería muy tonto de nuestra parte, no aprovechar esa suerte de periferia del campo literario, que muchas veces es quien genera la nueva literatura. De nosotros, y de nuestra capacidad para trazar redes, y para seleccionar dentro de esa inmensidad, un catálogo que aporte algo nuevo al cada vez más previsible mercado editorial uruguayo.
Pero aún seguimos luchando con una mentalidad que hasta que no podamos desterrarla, no nos permitirá ser realmente independientes. Se trata de un maligno residuo del estado benefactor batllista y es la fuerte gravitación que ejerce el estado y el poder central sobre quienes trabajamos en cultura. Hasta que no comprendamos que la solución es dejar de reconocer al poder central como el sol en torno al cual giramos y el que todo nos da, no podremos construir el escenario ideal para la cultura independiente y autogestionada: la creación de nuevos centros gravitatorios y millones de órbitas interconectadas.

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